Vuelta a la ciencia española: reflexiones y otros desastres

Soy relativamente nueva en el CSIC. La mayor parte de mi carrera científica la he desarrollado en el extranjero, y hace menos de dos años regresé a España para comenzar mi grupo de investigación en el CSIC. No soy ni la primera ni la última en hacerlo, y todos los que llegamos nos encontramos con una serie de obstáculos inesperados del sistema de investigación público español. Lo que voy a compartir en este blog probablemente no sorprenderá a los más experimentados, pero a veces hace falta un poco de "sangre fresca" para cambiar un sistema que no funciona. Por eso, he decidido escribir aquí sobre los retos que enfrentamos los científicos, comparándolos con lo que he vivido en otros países con sistemas científicos más consolidados, con la esperanza de que estas reflexiones puedan mover algo, ya sea a alguno de los que están alli arriba o a muchos de nosotros, para que juntos logremos un objetivo común: mejorar la calidad científica en nuestro país.

Un cuento de Terror Científico: La Bolsa del CSIC (o por qué no puedo contratar a Elon Musk)

Como decía, hace poco comencé mi grupo de investigación. Y como os podéis imaginar, es un proceso complicado: pedir dinero, establecer conexiones, pedir aún más dinero, comprar equipamiento... Los comienzos son duros. Todo recae sobre ti, eres a la vez IP, postdoc, técnico y secretario. Pero, sinceramente, nada me ha generado tanta ansiedad en este tiempo como enfrentarme a la temida Bolsa del CSIC.

Ansiedad, noches sin dormir... Os prometo que no he pasado tanta angustia ni siquiera esperando la resolución de un proyecto importante como la que siento cada vez que necesito contratar a alguien a través de la Bolsa. Quienes llevan años en el sistema suelen responder con un resignado: "Ah, sí, ya nos la sabemos, es lo que hay", y se adaptan. Pero los que somos nuevos nos encontramos de golpe con un sistema que, a primera vista (y también a segunda), resulta absurdo, tedioso, ineficiente e injusto.

La Bolsa del CSIC, según sus creadores, está diseñada para garantizar la transparencia en la contratación. Y para ello, en lugar de valorar las aptitudes reales de los candidatos, han optado por contabilizar cuántos certificados pueden presentar, como si fueran cromos. Se supone que con esto evitan que los investigadores contraten "al hijo del vecino". Pero, señoras y señores del CSIC, ¡los investigadores somos los primeros interesados en contratar a personas capacitadas! Sin un buen equipo, nuestra investigación no tiene futuro.

Sigo. 

El sistema de Bolsa funciona más o menos así (intentaré ser breve, aunque resumir este caos no es tarea fácil). Para empezar, hay distintas bolsas en las que los candidatos tienen que inscribirse con antelación. Muchas de estas bolsas son incompatibles entre sí, así que, aunque un candidato cumpla los requisitos para optar a varios puestos (como predoc o técnico), tiene que decidir de antemano a qué tipo de puestos quiere presentarse. Todo esto, claro, sin tener ni idea de qué ofertas van a salir.

Además, al registrarse, los candidatos no solo tienen que seleccionar un área de trabajo (y ojo, eligen solo tres áreas), sino que también deben limitarse a postular en un máximo de tres centros del CSIC. ¿Eres un recién graduado buscando trabajo en toda España? Pues qué pena, porque tienes que decidir de antemano a qué tres centros de los 180 que tiene el CSIC quieres optar, de nuevo, sin saber qué ofertas habrá. Increíble pero cierto.

Y ahora viene la joya de la corona: una vez inscritos en la Bolsa, un grupo misterioso de evaluadores se dedica a puntuar a los candidatos. La puntuación es "objetiva", claro, basada exclusivamente en los certificados que uno presente: másteres, grados, cursos... Lo interesante (por no decir absurdo) es que da igual si esos certificados tienen o no algo que ver con el trabajo al que optas. ¿Tu doctorado es Biolgia Molecular pero te postulas para un puesto de programación? No pasa nada, puntos para ti. Así, sin más.

Ah, y el proceso de inscripción en la Bolsa puede tardar hasta dos meses en completarse. Perfecto para un sistema que, supuestamente, debería facilitar el reclutamiento de personas que necesitan empleo ahora mismo. ¿Os imagináis buscar trabajo en estas condiciones? Pues así es como se gestiona el talento científico en nuestro país.

¿Crees que ya hemos acabado? Pues no.

Cuando los investigadores logramos, después de todo este papeleo, sacar una oferta de empleo, la Bolsa inicia un proceso de "matching" para encontrar a los potenciales candidatos. Pero ojo, no lo hace en todas las bolsas (¿por qué dar la opción a todos los inscritos? Qué locura sería esa…). Solo en una. Aquí es donde, tras meses de haber iniciado el proceso, los candidatos aceptan participar (si es que no se han rendido ya) y nosotros, como comité de evaluación, procedemos a valorarlos.

Ahora viene lo curioso: el comité sí evalúa en función de las características del contrato y del perfil del candidato, y les asigna una puntuación. Sin embargo, esta puntuación solo cuenta un 50% en el orden final de los candidatos. ¿Y el otro 50%? Lo decide Bolsa, con su sistema basado en certificados, títulos y "papelillos".

¿El resultado? Un sistema que penaliza a candidatos altamente cualificados y con perfiles técnicos ideales frente a otros que acumulan certificados sin relevancia real para el puesto. Parece un sistema diseñado para ignorar lo que de verdad importa a la hora de contratar a los mejores profesionales.

Por poner un ejemplo extremo, si aplicáramos este modelo a figuras como Elon Musk —sin máster ni doctorado—, quedaría por detrás de cualquier recién graduado con títulos genéricos. Se que lo desea pero Elon no podría ni soñar con trabajar en mi grupo de investigación (aunque, considerando sus afiliaciones políticas, probablemente no congeniaríamos de todos modos).

¿Cómo puede el CSIC aspirar a ser un referente científico si ni siquiera podemos contratar al personal más cualificado?

Aquí dejo algunos puntos de reflexión sobre los cambios que, en mi humilde opinión, Bolsa debería considerar implementar:

Reducir o eliminar el peso de la puntuación objetiva en la Bolsa, que actualmente no refleja adecuadamente las necesidades del puesto.

Permitir la inscripción en varias bolsas simultáneamente, lo que aumentaría las oportunidades para los candidatos y les permitiría postular a más de un puesto.

Eliminar o ampliar la restricción de tres centros de investigación, para que los investigadores puedan explorar más opciones sin estar limitados.

Permitir la actualización continua del CV, de manera que los candidatos puedan reflejar sus nuevos logros sin tener que comenzar todo el proceso desde cero.

Y de esto me quejo no solo por mi ansiedad o trastornos del sueño (que los genera, créanme), sino porque estoy convencida de que cambiar este sistema de contratación beneficiaría al CSIC en todos los niveles. Mejoraría su eficiencia, sí, pero también lo haría una institución más dinámica, flexible y capaz de atraer a los mejores talentos, tanto de España como del extranjero.

El sistema actual, rígido y enfocado en acumular certificados, está completamente desfasado. En lugar de premiar la cantidad, deberíamos centrarnos en la calidad: evaluar experiencia práctica, logros reales y la capacidad de los candidatos para contribuir de forma significativa a la ciencia y al progreso.

Eso sí, no les voy a mentir: si con esto consigo también dormir tranquila por las noches, será un logro personal que agradeceré enormemente 😉.

Reflexión final:

El CSIC tiene un potencial increíble para liderar la ciencia a nivel global, pero eso solo será posible si dejamos de ponernos trabas internas y empezamos a atraer, retener y valorar a los mejores profesionales. Es hora de cambiar la ciencia (y mi salud mental)!